10 desafíos educativos para lograr el desarrollo sostenible en Latinoamérica

La educación es un elemento fundamental para el desarrollo de los países. A causa de los problemas estructurales de índole social y económica, en América Latina la educación sufre una grave crisis. Puntualmente, para el año 2021 se estimó que 86 millones de niños, niñas y adolescentes estaban fuera de las aulas en la región. Revertir esta situación supone enfrentar diez desafíos educativos que se desprenden de la combinación entre las viejas tensiones del sector y las nuevas, originadas por la pandemia. Sólo asumiendo estos retos las personas podrán gozar del derecho a la educación y contribuir a la lucha contra el cambio climático y al bienestar social.

¿Cuáles son los desafíos que debe sortear Latinoamérica para mejorar la educación?

Con el fin de garantizar el derecho a la educación y en base a un profundo análisis de la situación de América Latina, la Unesco en su artículo: La encrucijada de la educación en América Latina y el Caribe: informe regional de monitoreo ODS 4-Educación 2030 propone diez desafíos que se traducen en recomendaciones concretas para trabajar sobre la educación a escala nacional y regional:

1. Potenciar la visión ampliada de la educación como derecho humano. Es importante trabajar en políticas de inclusión educativa plena para dar lugar a la diversidad de aprendizajes y a la conectividad tecnológica, abriendo las puertas a los diferentes contextos sociales y reconociendo su historia, identidad y complejidad.

2. Articular las políticas educativas con las políticas económicas y sociales. El crecimiento económico y el desarrollo inclusivo son indispensables para que las escuelas puedan llevar adelante sus propuestas sin que las falencias sociales básicas comprometan su acción.

3. Mejorar de manera continua el aprendizaje desde la visión de inclusión ampliada. Existen diversas propuestas en esta línea respaldadas con evidencia científica que permitirán expandir las posibilidades de aprender y de lograr mejores resultados en diferentes formatos y con diversas estrategias.

4. Apostar por una visión curricular que permita a los alumnos asumir los desafíos del siglo XXI. Los procesos de aprendizaje, enseñanza y evaluación deben centrarse en la comprensión profunda; el pensamiento autónomo y crítico; la formación ciudadana global y local; la creatividad combinada con la racionalidad científica y sustentada en la ética y humanismo.

5. Mejorar el aprendizaje es la clave para renovar la enseñanza. Durante la pandemia se generaron nuevas prácticas en el proceso de enseñanza y aprendizaje que requieren ser integradas en visiones comunes, apropiadas por las comunidades educativas, que sean transitables y no quedar atadas a la innovación pasajera.

6. Mejorar la profesión docente para potenciar las acciones mencionadas. En este sentido, resulta vital apostar a la formación inicial rigurosa y de calidad y a una perspectiva profesional de su carrera laboral, al igual que mejorar sus salarios. 

7. Reforzar los programas de formación de jóvenes y adultos. Lograrlo supone incorporar nuevos mecanismos de acreditación de saberes y distintas ofertas de formación permanente para todas las edades. 

8. El nivel secundario debe preparar a los estudiantes para el mundo laboral. Esta etapa de formación debe garantizar entornos de aprendizaje potentes, inclusivos y amigables con currículos actualizados y desafiantes que animen a los estudiantes a continuar sus estudios y a confiar en los conocimientos que la escuela les brinda para la vida laboral.

9. Replantear la visión de la educación superior. Es necesario que esta pueda ser planteada desde un marco unitario de propósito y potencie ofertas atractivas y relevantes para todos los sectores de la población. 

10. Incrementar el financiamiento educativo y mejorar la asignación de recursos. De otra manera será inviable lograr niveles óptimos de eficiencia y equidad.

Estos desafíos propuestos requieren una visión holística y transformadora que permita recuperar la relevancia, la complejidad y la interoperabilidad de los sistemas educativos. Ponerlos en práctica es clave para cambiar el futuro de manera decisiva y garantizar el derecho a la educación y el desarrollo sostenible de toda la región. 

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